Analizando estos valores de los cuerpos, la parte kabalística o substancial de ellos, veremos lo siguiente: el mental tiene 3 porque allí aparecen, dentro de la tercera trimurti, las 3 fuerzas que originaron la creación.
En el astral, tenemos 6 porque aparece el alma. En el físico tenemos 12 que vuelven a ser las mismas 3 leyes donde termina todo el proceso de los sephirotes y a la vez el 12 porque es el que nos corresponde a nosotros (es el apostolado) como parte humana.
Pero en el 96 está el 15 que es el diablo. Nosotros no podemos regenerar al diablo, sino eliminarlo, darle muerte. El problema del estudiantado gnóstico es que nos hemos puesto a educar demonios. La personalidad tiene que morir, esto lo dice el Maestro Samael. Esta personalidad que tenemos debe morir, para que nazca una nueva. Esta nueva personalidad es la que nosotros hacemos como gnósticos.
En nuestros primeros 7 años de vida formamos nuestra personalidad y esta queda siendo, o sirviendo, de caparazón de la legión de agregados psíquicos que tenemos.
Cuando entramos a la gnosis tenemos que dejar esa personalidad de 96 leyes, por eso dice "has muerto a tu vida pasada". Es decir que para nosotros no es excusa válida "es que yo soy así".
El gnóstico que afirma "yo soy así" es porque todavía vive una vida de externo. Si nosotros vamos a formar una nueva personalidad, debemos adaptarla a la Enseñanza Gnóstica y no que la enseñanza se adapte a la personalidad.
Cuando unos seudo-espiritualistas le enviaron una carta al Maestro Samael, donde lo acusaban de borracho, perdido, mujeriego, etc., este le dijo a Don Julio Vizcaíno, V.M. Garga Kuichines, "pobres gentes, déjalas, están escarbando la hojarasca de mi antigua personalidad". Él había sido eso, pero ya no lo era, pues ellos estaban revolcando lo que él había desechado. Esto nos está indicando que debemos formar una nueva personalidad. Desde luego, con todos los lineamientos que la Ley exige. No es, o no se trata, de modificar la que tenemos, es cambiarla por otra. Ya que esta está llena de problemas, de compromisos kármicos, no nos sirve para albergar las virtudes del Ser.

